domingo, 1 de noviembre de 2009

Se revuelven en su tumba

O en su fosa, o en su bote.
La decoración de la casa en la que vivo está repleta de motivos budistas, orientales en general, exóticos y a la vez clásicos. En cada mueble hay alguna figura de Buda. El otro día preguntaban a los invitados de la comida si les gustaban o no los buda, que a ella le encantaban, el que medita, el que duerme, el gordito, el que ríe.
El capitalismo ha hecho con las ideas -cuando no los propios abanderados- lo que le ha dado la gana, las ha cogido, las ha manoseado, se ha apropiado de ellas en el sentido que ha deseado y después las ha vaciado de contenido de tal forma que hoy día nada se pueda tomar en serio.
¿Qué hay más irónicamente deprimente que la gran oda a la meditación y a la no-materia reconvertida en figuras de madera o metal esparcidas por la casa para simple decoración?
¿Un palestina en el cuello de un pihippie? Peor aun, ¿de un pepero?
¿Un póster y una camiseta del Che mientras te fumas un peta?


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