A lo mejor caigo, sin saberlo, en una incoherencia a la hora de medir a veces las cosas por lo que son (de forma más práctica, quiero decir), y otras por lo que debería ser. Creo que no, pero nunca se sabe.
Esta semana Rubalcaba ha dicho que sin una ley anti-descargas (descargas legales, claro) la mitad de la cultura desaparecería.
Mire usted, no. Voy a ponerme en el terreno de lo que debería ser.
Lo que Rubalcaba viene a decir es que lo que no venda, no será producido, y como la cultura vende cada vez menos, pues al final sólo se producirán aquellos productos culturales (a mí también me duele llamarlo producto) que sean susceptibles de hacer ganar pasta. Puede que las cosas sean hoy así, pero en su mano (la de la Industria, digo, no la de Rubalcaba) está la posibilidad de cambiar eso. El papel de mecenas, por otro lado, no debe recaer en el ciudadano, sino en el Estado, como de hecho constitucionalmente se prevé (con otras palabras, eso sí), y por tanto tendrá que hacer lo posible por que la cultura alcance buenos niveles (como con el deporte, por ejemplo).
Que el arte sea hoy una mera herramienta comercial más es un hecho, pero desde luego estamos ante un hecho que DEBEMOS cambiar. A base de crear sólo la basura que está destinada a vender (por ejemplo, Mentiras y Gordas) se está cerrando la puerta a muchísima cultura que podría vender algún día si tales campos se potenciasen. Se está creando un círculo vicioso en el cual la mierda es cada vez más apestosa y se vende más.
Las descargas legales están, como mucho, acabando con la Industria pero no con la cultura. Están acabando con los intermediarios. Sí, los que ponen la pasta para producir. Pero ése es el error en que se incurre al plantear el problema. Ya basta.
Por otro lado, a Rubalcaba le vendría bien darse un garbeo por youtube, flikr o myspace. Que luego me haga un post diciéndome si la cultura está desapareciendo.
En el fondo, la crisis económica actual nada en los mismos lodazales: no hay forma de salir porque nadie está por la labor de replantearse el sistema, que es el que falla. La Industria (cinematográfica, discográfica, cultural en general) no va a quitarse nunca esos anteojos que le impiden ver el asunto desde una perspectiva en la cual ellos no sean los principales beneficiarios. Hay formas de parar ese proceso. Hay, de hecho, unas cuantas alternativas que se van paulatinamente proponiendo. En su mano estará unirse a ellos, ya que no pueden combatirlos.
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