domingo, 23 de agosto de 2009

¿Por cuánto hipotecarías la vida?

No, no voy a hablar de ladrillo.
Estaba pensando que hasta el más afectado por el entorno político tiene vida, o busca una, y tiene unas metas que alcanzar en su vida: el hijo, el árbol, o el libro. Da igual, el caso es que se trata de cosas que requieren de cierta libertad (aunque De Juana escribió en la cárcel). Me pregunto entonces si esta gente que consagra su vida a causas ha hecho previamente esa ponderación, si ha decidido hipotecar su vida por conseguir unos fines ¿superiores? que casi automáticamente van a cercenar sus posibilidades de una vida "sobre lo previsto".
Pongamos, un español en 1936, un talibán estrellaviones y un ETArra actual. Pienso que el primero, de alguna forma, no tenía mucha elección y que la actividad era lo único que podía salvarlo de la certeza de no poder tener una vida normal. El segundo, el suicida, creo firmemente que sus convicciones van más allá de una religión o unas directrices: qué se estará viviendo por allí para decidir ir a morir, tal cual.
Y en el tercer caso...¿qué se estará viviendo aquí para que una persona decida...matar a otra? Algo me dice que tras muchos de ellos no hay una situación insostenible (insostenible de verdad, por favor) ni una ponderación real de lo que les va a suponer la clandestinidad: renunciar a quien amas, por ejemplo, ¿por un trozo de tierra? Quizá pueda resultar yo un hereje, pero seguro que quien tiene un hijo en la cuna se lo piensa de vez en cuando, ¿seguro que quiero eso para mi futuro?
Cada vez hay menos lugar para pensar que la clandestinidad de un terrorista puede llevarse con naturalidad y con duración. Dicho de otra forma: que en pocos meses das con tus huesos entre rejas.
¿Merece entonces la pena? Son muchas cosas a las que uno va a renunciar (como todas las que al final Harry Patch disfrutó, vaya)
Esto me venía a la cabeza por los carteles de los presos: no es raro ver a padre e hijo en la cárcel ambos, el segundo por influencia del primero. Y todos sienten y padecen. Todos tienen capacidad para amar, para emocionarse o para crear arte. Y sin embargo deciden otra cosa. O no lo deciden y la sociedad y el entorno más cercano decide por ellos, no lo sé.

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